Condenada a ser carne de cañón — Capítulo 18

El plan para acercarse a Song

Cuando Bai se aburría, ideaba estrategias para seducir al mejor amigo del príncipe, aunque implicara enfrentarse a la protagonista de vez en cuando. Tenía miedo de acabar siendo carne de cañón, como estaba escrito en la novela.

❀ ◦ ❀ ◦ ❀

Tras la incómoda conversación con la señora, ésta le presentó a una de sus sirvientas, la madre Ye*. Y después de un cordial saludo ambas se retiraron, de regreso al palacio de Bai. 

Xiangxiu, la trató con extrema cortesía y cuando llegaron a sus aposentos, le ofreció su propia estancia y no le encargó ninguna tarea. Sin embargo, la madre Ye tenía una misión; enseñarle a la señorita Xiu los secretos de alcoba para que lograra llevarse al príncipe a la cama.  Como tenía muchas ganas de complacer a su nueva ama, no perdió el tiempo y comenzó las lecciones de inmediato. 

Las concubinas no tenían demasiados quehaceres, pasaban los días esperando a que su amo las llamara, compartían cama y daban a luz a posibles herederos. Así que cuando conoció a Xianxiu, no pudo evitar juzgarla. Era una concubina como ella, pero suponía que la señora quería promoverla gracias a su exquisita apariencia, y eso no le parecía justo. Pero se sorprendió mucho cuando vio su estancia, a pesar de ser, probablemente, la más simple de todo el palacio, tenía el toque personal de su dueña.

La atmósfera era muy espiritual debido, en gran medida, a las plantas que había en los distintos rincones de la casa y, salvo por una flor en concreto que desconocía, el ambiente era acogedor y reconfortante. Se notaba el esfuerzo al decorar el lugar y, lo que era más importante, no había ninguna fragancia empalagosa en el aire. No era de extrañar que el príncipe la hubiera visitado en dos ocasiones ya.

En cuanto a Xiangxiu, estaba bastante confundida con esas lecciones. Lo primero que le pidió Ye fue que le hiciera un regalo al príncipe. Añadiendo que por más rico o reverenciado que fuera un hombre, no podría permanecer arrogante por siempre. Y así sin más, le dio esa tarea, con la excusa de que todo hombre sería feliz al recibir un presente de una hermosa mujer. Aunque a Xiu no le entusiasmaba la idea, tampoco es que tuviera opción, por lo que no le quedó otra que aprender a bordar.

Sin embargo, se sorprendió con el resultado. No lo hizo tan mal, aunque probablemente no era mérito suyo, seguramente se debía a la memoria motriz de su cuerpo, sus manos recordaban cómo coser. Dado que la costura tomaba su tiempo, durante varios días la madre Ye, la visitó para aportar consejo y guía, pero el resto del día lo pasaba en un rinconcito haciendo un par de zapatos. 

Al anochecer, Bai estaba preocupada y se paseaba inquieta. Todavía no había aparecido el personaje secundario. En la novela, visitaba la residencia cada pocos días, estuviera el príncipe o no, ¿cómo si no se relacionaría con la protagonista? ¿O, acaso, no aparecía porque esa mujer tampoco estaba?

No. No, no, no. Tenía que seducirle a cualquier precio, no podría permanecer más en ese lugar. Ya era vergonzoso que su suegra le enviara a una sirvienta para ayudarla a seducir a su marido; no aguantaría más esa humillación.

A pesar de que Bai pudiera parecer estúpida, sabía perfectamente el por qué de sus actos: el príncipe era una persona muy responsable y siempre luchó en la vanguardia. Tardó entre siete y ocho años en ganarse el título de príncipe. Un título, que pasaría también a sus herederos. Empezó como un simple noble, y acabó siendo parte de la realeza. Resultaba obvio que ahora se le debía un trato distinto. No era de extrañar que, para tal ascenso tuviera que privarse de ciertos aspectos de la vida y por ello seguía siendo virgen. 

De hecho, cuando le entregó su virginidad a la protagonista, estaba muy, muy avergonzado. Pensándolo bien, normalmente, en las novelas, los protagonistas siempre mentían para salirse con la suya, pero ese hombre ni siquiera tenía claro dónde poner sus manos. Cuando leyó la historia, no podía parar de reír, de hecho asustó a los ancianos que trabajaban a su lado, aunque ellos ya dudaban de su cordura.  

Reflexionando sobre el argumento, Xiu pensó que la señora fue astuta; quería que su hijo ganase experiencia para que su primera vez con su mujer no fuera bochornosa. Por otro lado, sería inapropiado ordenarle a una sirvienta que le enseñara a la esposa cómo seducir a un hombre, pero una concubina era harina de otro costal, al fin y al cabo, si algo salía mal siempre podrían hacerla desaparecer. ¡Ja! Al final, de una u otra forma, sería carne de cañón.

Su situación la deprimía, ir tras el protagonista era la vía equivocada, pero no podía desperdiciar los esfuerzos de la señora. No sabiendo que podría barrerla del mapa con un simple gesto de su mano.

Pensándolo bien, decidió seguir bordando, a la espera de su oportunidad para atrapar al personaje secundario, en cuanto apareciera en palacio.

❀ ◦ ❀ ◦ ❀

Dos días después, ya casi había terminado su obra: un par de zapatos mandarines con un bordado bastante común. Mejor dicho, demasiado común. La madre Ye no estaba, para nada, impresionada, pero Xiu no podía aspirar a más con sus conocimientos. Así que, también cosió un saquito perfumado. 

Mientras estaba en ello, cerró los ojos cinco minutos murmurando para sí misma, pero el único que podía oírla era Huo’er.

—Estoy cansada de esto. Muy cansada. ¿Cuándo aparecerá el personaje secundario?

—¿Qué es un personaje secundario? ¿Un objeto?—preguntó con su adorable vocecita. Se sentía bastante bien últimamente y, lo que era más importante, a pesar de su «accidente», no había perdido su energía.

—No es un qué, sino un quién. Su nombre es Song Jiaoyue—. «Qué bien suena tu nombre… ¿cuándo podré seducirte?»

—Hermano Song, ¿qué hiciste últimamente? sie, sie, siéntate—. De repente Huo’er comenzó a hablar como el príncipe. Esa forma de expresarse era muy suya. Por norma hablaba despacio, con pausas, como si tuviera la necesidad de saborear cada palabra que salía de su boca y Huo’er le imitaba a la perfección.

—¿Eh? ¿Cómo sabes hacer eso?— Bai estaba muy sorprendida, «¿cuándo había aprendido a imitarle?».

—Los puedo escuchar. Una parte de mí sigue en el dedo de esa persona, pero en nada desaparecerá.

¿Esa persona? Debería de referirse al paje de Long Heng. Ese que trató de cerrar la ventana y se pinchó con el cactus. ¡Pero qué suerte! ¿Cómo es que no había caído antes?

—Entonces, ¿dónde está ahora? En este momento—. Cuando pensó en que, tal vez, podría verle la dominó la ansiedad. Se arrepentía de no haber preguntado con anterioridad, era posible que hubiera estado allí hacía tiempo sin que se percatara de ello.

—Llegó antes de que empezaras a hablar de él—, respondió con su adorable voz, sintiéndose extremadamente bien por haber ayudado a su ama.

—¡Huo’er, eres increible! ¿podría pedirte una espina?—. Quería pinchar al protagonista para enterarse de la siguiente visita de Song. 

—Sería un poco doloroso, pero si es lo que quiere el ama, no me importa—, se ofreció sin reparos, pero no pensó en que querría sacarle una espina entera—. ¡Au, au, au!

«¡Tiene que ser muy doloroso!» se detuvo de inmediato; no podría aprovechar ese golpe de suerte, pues jamás le causaría daño a Huo’er.

—Ama, las espinas de arriba del todo no duelen—. El pequeño no podía moverse, así que sólo podía dirigirla hablando. 

«¡Claro! Las espinas de arriba son su protección, no deberían doler». 

—Espera un poco—sonrió, tenía una idea.

Salió corriendo de la habitación y vio a la madre Ye trabajando en su saquito perfumado; ya había recortado la forma y ahora solo lo estaba cosiendo. 

—Madre Ye, ¿está listo?—preguntó acercándose con prisa. 

—Casi está—, no pudo evitar preguntarse por qué estaba tan entusiasmada de repente, pero sin darle mucha importancia, colocó la correa en la bolsita y se la entregó. 

—Pondré algunas hierbas y especias dentro. No me gustaría molestarle más, madre Ye—. Bai volvió a sonreír.

Jamás la había visto tan proactiva como en ese día. ¿Estaba bien que una mujer estuviera tan alegre? ¿Y si al príncipe no le agradaba? Mientras reflexionaba sobre la situación, no se dio cuenta de que Bai ya se había retirado a su habitación, donde llenó la bolsita con hierbas y la espina. 

Se suponía que esos saquitos perfumados debían llevarse siempre encima, por lo que, si Song reaparecía, ella se enteraría al instante. ¡Sería mucho más útil que cualquier cámara de vigilancia moderna!

Sonrió y besó la bolsita. 

Madre Ye, por casualidad, presenció la escena y pensó que, aunque estuviera muy enamorada del príncipe, se estaba pasando expresando así su afecto.

[simple_tooltipcontent=’Traducción: Nebbia Edición: Naiarah’]*Créditos*[/simple_tooltip]

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