La apuesta
—Marqués, ¿sabía que ella tenía esas aspiraciones?
—… no era conciente para nada.
—Una doctora. Sí, eso está bien. Es un trabajo significativo, pero ¿sabes exactamente lo que conlleva?
—Sí, soy consciente de ello.
Elise asintió, ¿habría realmente alguien en el imperio que entendiera mejor que ella lo que significaba ser médico?
—Es un trabajo más árduo y duro de lo que crees.
—Soy consciente de ello, pero… creo que eso lo hace mucho más significativo e importante.
El Emperador suspiró.
—Parece que no bromeas. Así que ¿leíste esos textos médicos porque querías ser doctora?
El Emperador pensó en el conocimiento médico que acababa de mostrar frente a él unos minutos antes.
—¿Crees que una mujer del Marquesado puede ser doctora?
—Me disculpo… pero tenía la impresión de que no había ninguna ley que prohibiera a las mujeres ser médicos. Y hubo un caso de una mujer del vizcondado de Raon que se convirtió en doctora.
—Eso es cierto. Pero deja que te pregunte algo más, ¿crees que tú puedes ser doctora?
—¡…!
Elise se percató de lo que el Emperador trataba de decirle. Ser médico era una de las grandes profesiones en el Imperio, junto con los alquimistas, abogados y administrativos. Así que implicaba un titánico esfuerzo llegar a ser parte de la profesión. No siempre fueron tratados así, pero después de los avances en la medicina 100 años atrás, el Imperio empezó a considerar la ciencia médica como una profesión vital, también los doctores recibieron ayudas por parte del Imperio. Así que muchos nobles decidieron optar por esa profesión, sin embargo para acceder debías formar parte al menos de la clase social burguesa.
«Me está preguntando si puedo superar a toda esa competencia y convertirme en médico»
El Emperador repitió su pregunta.
—Para ser reconocida como doctor en este imperio, tienes que pasar el examen. Incluso si eres una noble de clase alta, no hay excepciones ni favoritismos por ello.
Estaba preguntando si Elise sería capaz de hacerlo, una simple jovencita de alta cuna, mimada desde la infancia.
Pero Elise afirmó con seguridad.
—Sí, puedo hacerlo.
—¡…!
El Emperador se quedó mudo, tamborileando con su dedo la mesa. Era su costumbre cuando meditaba sobre algo.
—Esto está siendo difícil. Realmente quería aceptarte como Princesa Heredera. Pero de repente quieres ser médico, y no parece que bromees…
Elise no podía decir nada ante tal afirmación así que permaneció en silencio.
—¿Porqué de repente quieres convertirte en doctora?
Recordó su anterior vida en la Tierra. La razón para ser médico era simple.
—Quiero salvar vidas.
Después de su primera vida, quería dar sentido a su segunda oportunidad y pagar por sus pecados, lo que resultó en una atracción por esa profesión. Y después de convertirse en doctora, se volvió adicta a ello.
—Ahá, salvar vidas.
El Emperador estaba sin palabras, complenamente anonadado.
—… sinceramente me disculpo, Su Majestad.
—Qué quieres decir con disculparte. Es un noble empleo, ja, ja…
El Emperador siguió riéndose incrédulo. Si fuera otra jovencita de otra familia sería vista con orgullo, pero… se trataba de Lady Clorence, quien no hacía mucho sólo pensaba en casarse con el Príncipe Heredero. Finalmente el Emperador habló.
—Señorita.
—Sí, Su Majestad.
—Eres consciente de que debes seguir mis órdenes si te pido que te cases con el Príncipe Heredero, ¿verdad?
—… sí, Su Majestad.
—Pero no quiero forzarte a nada que no quieras, ¿sabes porqué?
—…
Elise lo sabía pero no podía decirlo.
—Es porque realmente pienso en tí como en mi nuera. Porque te aprecio y valoro, quería aceptarte como parte de mi familia y tampoco quiero forzarte a ir contra tus sueños.
—¡…!
Ante su cálida voz Elise se sintió conmovida y agradecida. También era así en su primera vida, siempre la miró con afecto a pesar de sus fallos. Como si estuviera cuidando a su nuera, no… a su hija.
—Bueno vamos a hacer esto.
—¿?
—Hagamos una apuesta.
¿Una apuesta?
—Aunque será un poco injusto para tí.
Ante al expresión confusa de Elise el Emperador sonrió. No fue sólo un poco injusto.
*Créditos*
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